Son muchos los fotógrafos y amigos que han inmortalizado a Picasso durante su vida: desde Jean Cocteau hasta Man Ray, de Brassaï a Henri Cartier-Bresson, de Richard Avedon a Cecil Beaton, y de Robert Doisneau a Irving Penn, además de muchos otros. Casi todos han hecho historia en la fotografía y, en algunos casos, en la historia del arte, la literatura y las costumbres del siglo XX. Sin embargo, muy pocos tuvieron el privilegio de poder compartir la esfera privada del artista. Entre ellos, destacan Edward Quinn y André Villers, quienes lo acompañaron hasta el final de su vida.

 

EDWARD QUINN

Edward Quinn nace en Dublín en 1920. Tras finalizar sus estudios, ejerce varias profesiones. Se dedica a la música, tocando la guitarra y otros instrumentos, y se presenta en público como cantante. Posteriormente, empieza a practicar la fotografía. En 1950, publica su primera foto en el Irish Independent. Más tarde, se traslada a la Costa Azul, epicentro de la vida social en aquellos años. Como enviado de Paris Match, fotografía a grandes divos, directores, intelectuales y mitos de la época: Charlie Chaplin, Orson Welles, Alfred Hitchcock, Jean Cocteau, Henri-Georges Clouzot, Gary Cooper, Burt Lancaster, Luchino Visconti, Frank Sinatra, Spencer Tracy, Sophia Loren, Brigitte Bardot, Kirk Douglas, Grace Kelly, Gregory Peck, Audrey Hepburn, Aristóteles Onassis, Winston Churchill o John F. Kennedy, solo por citar algunos.

Quinn no es solo un “paparazzo” que refleja fielmente el esplendor y el hedonismo de la edad de oro de la Costa Azul. Observador atento, también describe el seco realismo urbano en sus vistas y paisajes irlandeses, que explora con gran maestría y talento.

Representa la realidad de los gitanos y romaníes peregrinando a las Bocas del Ródano en Les Saintes Maries de la Mer, fotografiando sus fiestas, danzas y rituales, y logrando captar la complejidad, profundidad y poesía de su cultura, incluso en la esencialidad y simplicidad del día a día. Por otro lado, se dedica a retratar a artistas del calibre de Hans Hartung, Francis Bacon, Salvador Dalí, Max Ernst, Alexander Calder, Graham Sutherland o Georg Baselitz.

Conoce a Picasso en 1951 en Vallauris, en una de las primeras exposiciones de cerámica organizadas allí. Las circunstancias fueron pintorescas y definen perfectamente la empatía que surgió entre ambos. Tras un reportaje fotográfico, Quinn se gana la estima de Picasso por su valía, discreción y reserva, así como por su peculiar manera de trabajar: natural y espontánea, sin luces artificiales, sin trípode y sin necesidad de que Picasso posara.

Durante el verano de 1955, se empezó a filmar Le Mystère Picasso de Henri-Georges Clouzot en los estudios de La Victorine, en Niza. Edward Quinn fotografió algunas tomas de la filmación, y Villers también tomó algunas fotografías del proceso. A lo largo del rodaje, Picasso pintó dos cuadros titulados Baigneurs y La Garoupe.

Quinn escribió The Private Picasso: A Photographic Study, participó en el libro Picasso at Work, con textos de Roland Penrose, y creó el documental Picasso: The Man and His Work.

Muere en 1997 en Altendorf, Suiza, donde se había retirado en 1992 a causa de sus precarias condiciones de salud.

 

ANDRÉ VILLERS

Por su parte, André Villers nace en Beaucourt, Francia, en 1930. A los 17 años, contrae una grave forma de tuberculosis ósea y es ingresado en una clínica de Vallauris. Inmovilizado en cama durante unos cinco años debido a la enfermedad, escucha música jazz y desarrolla una profunda pasión por la fotografía, que aprende a practicar, profundizando en el uso de la cámara oscura. Su gran determinación y voluntad de superar las barreras físicas permiten al joven André, a través de un arduo y complejo proceso de rehabilitación, superar sus dificilísimas, casi extremas, condiciones físicas. En 1953, paseando por las calles de Vallauris, se encuentra por casualidad con Picasso y le toma una fotografía. Más tarde, sería el propio Picasso quien le regalaría su primera cámara fotográfica, la legendaria cámara alemana Rolleiflex. Así, iniciaría una amistad y una colaboración que perdurarían hasta la muerte del pintor en 1973.

Empiezan a trabajar juntos, activando una búsqueda común mediante una experimentación que fusiona pintura y fotografía. Nace así una original síntesis entre las dos artes, que trasciende sus respectivos confines y abre nuevos horizontes. Replantean el cubismo después de cincuenta años, generando el “cubismo fotográfico”. Sondean nuevas técnicas de revelado y de impresión con los trabajos de Picasso, llegando a una fusión completa entre fotografía y pintura, que quedan superadas por la producción de una forma de arte autónoma e independiente, que reúne medios e instrumentos distintos.

Crean, en singular armonía, cientos de imágenes y fotocollages. En 1962, treinta de estas imágenes, las “interpretaciones fotográficas” de Villers de los cut-outs y overlays de Picasso, son seleccionadas para el libro Diurnes con textos de Jacques Prévert, publicado por el gran marchante y coleccionista alemán Heinz Berggruen. Villers fue autor de libros imprescindibles de imágenes del artista como Portrait de Picasso (1959), Picasso à Vallauris (1987), y Picasso dans l’oeil de Villers (1990).

Su obra fotográfica testimonia y documenta el proyecto artístico completo, el trabajo y la vida del Maestro de una manera tan única como extraordinaria. Muere en Mougins, Francia, en 2016.

Edward Quinn y André Villers consiguieron obtener la confianza del pintor y capturar así su cotidianeidad. Gracias a la sensibilidad técnico-artística de los dos fotógrafos, se puede recorrer la última parte de la historia de vida del pintor, a partir de distintos enfoques y diferentes perspectivas.

En definitiva, las fotografías que forman parte de esta exposición ofrecen la posibilidad de curiosear en su intimidad, desvelando al hombre que está detrás del artista. Un hombre rico en pasiones y cualidades, pero también lleno de manías y obsesiones, como la de las máscaras que el artista se quita y se pone en algunas de estas excelentes series fotográficas.