CARLOS FRANCO

Carlos Franco (Madrid, 1951). Desde sus primeros años de producción, se detectan referencias e influencias directas de grandes artistas del pasado como Van Gogh, Goya o Rubens, sobre todo en lo relacionado a la pérdida de la uniformidad visual de la piel del cuadro; o de Ingres, Manet, Picasso o Bacon, en lo que toca a temáticas que abordan lo estético y lo social; pero también en su obra acuden correspondencias con el Pop Art y la pintura Pompeyana. Desde un punto de vista generacional, ha sido incluido en la llamada Nueva Figuración madrileña (o los Esquizos de Madrid).

El artista es autor de la obra monumental en la fachada de la Casa de la Panadería de la Plaza Mayor de Madrid.

En el 2007, el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía organizó una muestra del conjunto de su obra gráfica para ser expuesta en el Monasterio de Silos de Burgos; y, en 2018, el CEART, Centro de Arte Tomás y Valiente de Fuenlabrada de Madrid, le dedicó una exposición retrospectiva a su trabajo.

Pintor figurativo pero con una ejecución abstracta; se interesa en narrarnos una historia, un acontecimiento, una parcela de lo cotidiano o un pasaje recurrente de su memoria, pero al plasmarlo sobre el lienzo las imágenes acuden como fragmentos del pensamiento, transformadas o bien por la paleta cromática o bien por la carga emocional de intención que imprime el artista, o bien porque la realidad no es lineal y porque hay muchos puntos de vista en lo que observamos. Como en los artistas representantes de la Transvanguardia italiana y aquellos que hicieron suya la estética posmoderna, en Carlos Franco esos puntos de vista tienen que ver con su interés por la mitología, la historia del arte, la naturaleza, lo sagrado y lo profano, sus vivencias, las experiencias de otros que ha hecho suyas, de allí la yuxtaposición de imágenes, el carácter no realista de las figuras y objetos, el empleo de diversas técnicas en una misma obra, el peso específico que el color adquiere en la pintura.

En su Cuenco Serrano (1984-85), obra presente en la exposición “Naturalezas españolas” en el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía, Madrid, en 1987, y en “Los años Pintados” en el Palacio de Sástago, Zaragoza, en 1994, el tema es un pretexto para mediante el color crear las atmósferas del paisaje construido a la manera clásica, así como también la alegoría de la historia.