ANTÓN LAMAZARES

Antón Lamazares (Lalín, Pontevedra, 1954) es uno de los artistas más significativos de Atlántica, un movimiento creado a principios de los 80 con el objetivo de situar el arte gallego en el panorama internacional. Lamazares aportaba un gran talento narrativo y una notable capacidad para manejar materiales poco “nobles”.

El artista imbrica sus dos grandes pasiones: la pintura y la poesía. Usamos el verbo imbricar porque es el más adecuado para poder describir lo que Lamazares logra a través de la experimentación cromática, del uso de la técnica e intencionalidad creativa: cubrir capa sobre capa con materiales y texturas para descubrir lo pictórico y lo poético. Construye así obras cargadas de simbolismo e intensidad.

Hasta mediados de la década de los 80, su pintar es acumulativo y colorista, directamente influenciado bien por Paul Klee y Dubuffet o Alfonso Fraile, Antoni Tàpies y Manuel Millares. Tras su viaje a Nueva York en 1987, al obtener una beca Fulbright, se convierte en un pintor preocupado por la síntesis y la eliminación de lo accesorio. Su estilo pasa de un expresionismo lúcido al informalismo y de allí a la abstracción que desemboca en el postminimalismo de su última etapa. En ésta, se evidencia el diálogo íntimo entre el alma y la memoria, así como entre el sueño y la poesía o lo sensual y espiritual.

En febrero de 2024, el Centro Galego de Arte Contemporánea (Santiago de Compostela) inauguró una muestra retrospectiva de su obra.

Lamazares suele citar a Rilke, sobre todo aquello de “… la verdadera patria es la infancia”. Con ello hace mención a ese espacio común que es la memoria, literaria y vivencial, que se refleja en casi todas sus obras. De hecho, el entorno rural gallego donde creció será un tema recurrente en su obra y esto se manifiesta en Veciños das Longarelas (1983). Por su parte, Crixo (1985), nos remite también a esa memoria que deja huella en la historia: Crixo fue un esclavo y gladiador galo que dirigió, junto a Espartaco, una rebelión de esclavos contra la República romana. Conserva Crixo el interés del artista por la sencillez del arte románico, pero también la importancia de la materia en la construcción de la superficie pictórica.